«Manolo»

En la noche de ayer una noticia ingrata para los que portan el fuego sagrado del periodismo
sacudió la redacciones uruguayas: un colega de fina pluma y apasionada vocación informativa
estaba preso.
Manuel Flores Silva, entusiasta director de la revista Posdata, tras declarar durante varias
horas en la sede penal del magistrado Juan Contarín Villa, acusado por una vista fiscal que le
tipificaba el delito de estafa por supuestas maniobras dolosas en la venta de automotores,
había sido conducido a la Jefatura de Policía conjuntamente con sus más cercanos
colaboradores administrativos. El magistrado tras disponer su detención provisoria se disponía
a analizar el dictamen fiscal y tomar decisión en el día de hoy sobre si procedía o no el auto de
procesamiento.
La situación del colega nos obliga a las siguientes puntualizaciones:
1) Manuel Flores Silva, en caso de haber cometido un ilícito, no lo llevó a cabo -estamos
seguros- con el propósito del enriquecimiento personal, sino poseído por esa gran locura que
significa editar un medio de prensa independiente en un país que castiga la rebeldía y premia
con creces la complacencia.
2) Manuel Flores Silva no está al cierre de nuestra edición, procesado, ni por estafa ni por
ningún otro delito. Si en las próximas horas se concreta su procesamiento, éste no implica en
modo alguno sentencia de culpabilidad. Esta se producirá una vez que la Justicia haya dictado
su fallo definitivo. Y hasta tanto, se presumirá su inocencia. En carne propia debimos sufrir una
situación similar, cuando fuimos encerrados en una cárcel, por decisión de una jueza y un
fiscal, que nos consideraron delincuentes por denunciar el macro acto de corrupción del
presidente del Paraguay. Las sentencias posteriores, tanto en primera como en segunda
instancia, declararon nuestra absoluta inocencia, pero tanto el procesamiento como la prisión
preventiva inicial, debimos sufrirla impotentes, con el agravante de que se trataba de un delito
no excarcelable.
3) Manuel Flores Silva, como todo ciudadano, tiene derecho a hacer conocer su posición en los
difíciles momentos que le tocan vivir. LA REPUBLICA abre sus páginas, sin titubeos ni
condiciones, al colega herido para la expresión de su defensa y su verdad.
4) El apasionado documento escrito en la misma sede del Juzgado Penal donde era
interrogado, y que los lectores encontrarán en esta misma página, refleja el pensamiento fiel de
nuestro colega.
Redactado en dramáticas circunstancias y teñido de una lógica estremecedora, acusa a un
sector policial de montar una «vendetta» contra Posdata y al ministro del Interior, de pasividad
ante el acoso y los excesos de que era objeto.
No es nuestra función la defensa de Manuel Flores Silva. Su mejor defensa es la trayectoria de
su propia peripecia vital.
Hemos sido rivales de ideas y proyectos. Pero hermanos en la vocación que nos consume.
Las palabras de su grito, redactadas momentos antes de su detención, sólo a él le pertenecen.
No las hacemos propias porque desconocemos el rol que jugó en la emergencia el señor
ministro del Interior, que nos visitó recientemente, y al que le adjudicamos una cuota de
confianza para llevar a buen puerto un Ministerio al que ingresó con paso decidido sembrando
expectativas en una sociedad traumatizada por el delito y la corrupción.
Sí, hacemos nuestra la preocupación ante el destrato que denuncia haber sufrido por parte de
sectores policiales que él mismo denunció desde las páginas de su revista.
No somos ni verdugos ni defensores de Manuel Flores Silva, que hoy no fallan ni quienes lo

acusen ni valor y decisión al él mismo, para asumir la razonabilidad de su causa.
Pero si somos de los que no se olvidan de un hermano de vocación en la adversidad. Las
circunstancias podrán quebrantarnos los huesos, pero jamás nos llevarán a que ocultemos la
lealtad debida al adversario que supo combatir por su causa con hidalguía.

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