Hoy hace 48 años murió el dictador español Francisco Franco, junto con Pinochet el más abyecto traidor de Hispanoamérica del siglo XX. En un incidente con la policía franquista me saqué el gusto de escupir sobre su tumba cuando fui a Madrid a fines de 1976 ya exilado en México.
El millón de muertos en la guerra civil española lo tiene como su principal asesino serial. La gesta de la defensa de la República elegida en comicios libres y transparentes fue avasallada por un general perjuro y sin honor.
Fue la gesta más memorable y heroica de la última centuria, exhibiendo a milicianos mal armados resistiendo durante 3 años los embates coaligados del ejército profesional franquista, la poderosa aviación de Hitler y Goering y los blindados de Mussolini.
La traición de Franco no solo afectó a la República española sino a todos sus compañeros golpistas cuya existencia, cual un redivivo Mcbeth, le hubiera impedido consumar su espúreo poder.
Fue autor o cómplice de la muerte de antirrepublicanos de mayor talento que él, como José Antonio Primo de Rivera a quien se negó a canjear por prisioneros republicanos o como los decesos de los Generales Sanjurjo y Mola que le disputaban su caudillismo.
Es el mejor escupitajo que lancé en mi vida. Viva la heróica República Española.